jueves, 15 de enero de 2015

Darío Canton






Darío Canton (Buenos Aires), De la misma llama / 1990-2006, tomo VII: La yapa, Librería Hernández, Buenos Aires, 2014.

Colaboración de José Villa.






















Padre



Padre
hijo mío querido
he puesto
a blanquear tus huesos
la frágil
ennegrecida carne
que todavía los cubría
la mano
que toqué
la que me llevaba
caminando
hasta la estación
de trenes
sin que nunca
nos fuéramos
demasiado lejos
sino cuando partimos
para siempre
y vos
después
para no volver
con el pañuelo
que mantenía
cerrada la mandíbula
y los dientes
postizos
que brillaban espectrales
y tu cuerpo
sujeto a todas
las sacudidas
en tu morada estrecha
viajando hasta Buenos Aires
y después a Carmelo
bajando al panteón
saliendo luego al sol
por última vez
enceguecido
casi momia
faraón de entre casa
con tus ropas raídas
deshechas
y mi curiosidad
insatisfecha
por saber
si tu sexo
el que hizo lo suyo
para traerme al mundo
seguía allí








En el subte de la línea A



El ciego

de boina y barba en punta

cincuentón
al que di su limosna
dijo agradecido
Dios lo va a prosperar
insólita expresión
como de pastor televangelista
que se dirige
a nativos de otra lengua
prometiéndoles ventajas
si deciden invetir
en su Banco celestial.

Decidí darle tiempo
para ver si cumplía

  









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