domingo, 2 de julio de 2017

Cristian Molina


Cristian Molina (Leones, Córdoba / Rosario, Santa Fe), Sus bellos ojos que tanto odiaré, Caleta Olivia, Buenos Aires, 2017.




















El astro rojo

Antes, la taza no estaba vacía, no.
Te sentabas, con ambas manos la tomabas
y así decías palabras sin consistencia
pero esenciales, que nos acercaban al
punto donde no importaba que el diario roto
hubiera desaparecido las noticias.

En ese tiempo, también, miraba el sol
aparecer en los morros de la bahía
mientras desplegabas tus espaldas en el
balcón tropical. Eras casi el último hombre
que sobrevivía en ese mundo de niña
en el que no creía en Alicia ni en Carroll.












¿Y si es real que los astros (sus movimientos
sus posiciones y su color) son energías
que como onda expansiva sacuden los cuerpos?
¿Si los horóscopos un día son reales?
Esa vez, para nosotros lo fue. Ya no
creo solo en lo que veo, esa ahí materia

que todos han puesto de moda como única
explicación de lo único que no era
único hasta ahora. ¿Y si la materia
de tan realista ya no es una verdad
de lo explicable? ¿Si ese cuerpo ahí fue la causa
tan invisible, incomprobable, de tu llanto?

Al fin de cuentas, ese cuerpo de tan cuerpo,
¿no es pura materia que se hace cuerpo y por
ende se vuelve demasiado verdadero?
¿No era que E=mc2
? ¿Y entonces decíme por qué
si los cuerpos se mueven resulta descabellado
encontrar o imaginar una energía

que entre ellos circula invisiblemente? ¿O
será que la obviedad visible es lo más fácil
de verosimilizar como una materia?
Yo sé que vos eras la masa de esa fórmula
a la que un día un astro movió por siempre.
Su energía y la tuya olvidaron la mía.