lunes, 23 de febrero de 2015

Osvaldo Picardo




Osvaldo Picardo (Mar del Plata, pcia. de Buenos Aires), 21 gramos, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2014.





 

 

 

 

Entre dos fondos, en la superficie del mar, todo pesa menos






Hay algo único en nadar
cuando se acerca una tormenta.
Sorprende y tranquiliza ver boca arriba
la velocidad con que el aire frota
las partículas de los cúmulos grises y blancos.
Se puede con cada brazada tocar
la intemperie, mar adentro.

Nadás de espaldas. Y tus ojos flotan
con tu cuerpo, sin resistirse,
en otras aguas, en un archipiélago de nubes
entre la visible consistencia
y la más transparente inconsistencia.
La corriente te lleva a donde quiere,
rendido a su deseo y su fuerza.

Pensás que también así debería flotar
tu pequeña historia, sobre el doble fondo,
entre toneladas de relámpagos
y el sordo respirar de los peces.








Teoría del color alrededor de un significado 



Con las lluvias el limón parece más amarillo.
A la sombra. Adentro de la barnizada fronda.
Ni todavía redondo ni todavía arrugado
es un brillo contra un fondo de claroscuros. 


Aislado entre lo amargo y lo dulce
resulta un débil latido, ahí, sobre la tierra,
de nuevo aparecido.
Y está a punto de decir algo. 


El color de un significado
va cambiando con los días. También
su objeto en la estridencia de la luz
como en un cuadro de Kandinsky. 


Lo estoy viendo al final del corredor
donde hay que ir a buscarlo.
Es necesario acostumbrar la mirada
a esa insistencia con que las cosas regresan.









En la verdulería de Titi se pesa hasta el sabor del verano


I



En la verdulería el verano
sorprende más que en un campo de flores.

¡Oh, gran Titi de Berisso,
entre cajones de lechugas bolivianas,
frutillas de Brasil, bananas de Ecuador
y una redonda, inverosímil papa
de orgullosa existencia argentina!

El diario, acá, recobra su naturaleza
para envolver la abundancia del mundo.
Y la única realidad entre tanta materia fugaz
no depende sino de una sucia balanza 
donde se pesa, colorido y exuberante,
hasta un kilo del mismísimo Dios .
 


II

Equilibrio de nubes en las manos.
Titi sobre la balanza posa última
una pera casi roja sobre cuatro verdes.
¿Cuánto más debe pesar el sabor de un verano?

Esa balanza sabe desniverlarse
hasta con el peso de una mirada.

Y aún cuando el tiempo lo aplaste todo
hay un punto en que la quieta aguja
rompe el cero inicial y sube y baja
no más allá de los veintiún gramos.

Luego, nada deja de ser
rigurosa quietud en el conjunto.

¿Sentís?
Es ahora el peso de la luz.
Empuja arriba.
Pero ¿Sentís?
¿Quién diría que también esto termina?












 

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