sábado, 30 de mayo de 2015

Martín Carlomagno




Martín Carlomagno (Entre Ríos), La inocencia y el viento, Ediciones del Clé, Paraná, 2014.














Confesión sin edad


    Todo lo que se escapa de la noche se convierte en recuerdo. Alguna vez un poeta la amó perdidamente como se aman los barcos con el río, como talla la ausencia cuerpos en soledad.

    Había que habitar la ilusión en lo breve. Para abrirse al silencio es bueno que las manos sostengan el vacío. Un verso que distinga el color de la sombra.












La ceniza en el aire 

El viento le anunció nuevos presagios.
Le prestó sus paredes transparentes
para que pueda oír el canto de las hojas.
Más allá de su edad eso era todo.
Disponerse a otro viaje
y dejar que suceda la ceniza en el aire.
























miércoles, 27 de mayo de 2015

Claudia Bakún




Claudia Bakún (CABA), Accidentes geográficos, 13 mil pájaros, Buenos Aires, 2014.















I

¿Dónde transcurre el trueno
para que lo brutal nos llegue
con tal delicadeza? 










VIII

Mi casa
Es lo que queda
Después de la tormenta. 





***
 



Ella jadeaba y bajaba la escalera
pero no era capaz de dar con el próximo paso.
Ella jadeaba y bajaba la escalera
pero no era capaz de dar con el próximo paso.
¿Por qué esto carece de sentido?
Estar siempre en el mismo escalón
Y la ciudad queda siempre más abajo
Y no sabemos dónde queda la ciudad.















domingo, 24 de mayo de 2015

Pablo Natale




Pablo Natale (Córdoba), Viaje al comienzo de la noche, Vox, Bahía Blanca, 2014.
























Noches blancas

Todas esas personas alrededor
que no vas a conocer nunca
¿te preguntaste alguna vez por ellas?


Acá el papel es una capa de hielo congelada
que podría resquebrajarse en cualquier momento.


Podría intentar hundir la mano en él
con una nube de frío en la boca podría decir tu nombre
el lugar donde estás ahora, la cantidad de nieve que cae
el modo en que te apretás las manos, los ojos cerrados
en las orillas de Rusia.
Seguro que hay niños corriendo
seguro que uno de ellos se llama Fedor
otro Vladimir
seguro que uno de ellos lleva un perro blanco
llamado Siberia
y tienen guantes de lana
y piensan en soldados que mueren de pie
lejos de su casa
seguro que otro de ellos te mira y te dice
“ya nadie cree en esas cosas”.


La cantidad de gente que podría llamarse como nosotros.


Estás sentada en una capa de hielo, mirando de un lado al otro.


Estás varada en las orillas de Rusia
apostando todo a nada
con una nube de frío en la boca.











Fotografías de gente en moto

Mr. Williams se compró una moto negra
hace un par de meses
con sus ahorros de docente
soltero y codiciado.
A veces me alcanza hasta casa
y elige siempre los caminos más complicados
se mete por calles que no conoceremos nunca
da con plazas inesperadas y hace rodeos
que parecen meternos en el laberinto de la ciudad
y mientras tanto el frío nos cala los huesos.
Eso me da tiempo para pensar en nosotros
alejarme lentamente de esa moto negra
el pavimento roto, los charcos
las manchas de aceite desconocidas
y la voz de Mr. Williams que me cuenta
en qué consiste la novela que está escribiendo
una novela que habla sobre su vida, dice
sobre los grandes amores de su vida
sobre la forma en que se olvidó de algo
y también, me dice, sobre cómo las palabras
se desgastan de tanto repetirlas
como los chistes malos.
Mr. Williams habla y se ríe con el casco puesto, la voz
derramándose entre la velocidad y el viento
veo la capa de plástico que me separa del mundo
cada calle con su nombre olvidado
las ventanas apagadas
la gente escondida yéndose a dormir
los ladrillos de las casas que no me pertenecerán
nunca
las esquinas en las que podré perderme

cuando llegue la hora y todo sea malo.
Así es que la moto dobla otra vez
y Mr. Williams habla y ríe solo.
Tenemos los cuerpos apenas inclinados
cada vez que tomamos una curva.
Éste es el cordón umbilical
que me lleva de vuelta a casa
y éste es el cordón umbilical
que me conecta de nuevo con el mundo:
aquí está Mr. Williams
aquí estamos nosotros
polvo del polvo
sonriendo para el flash de la cámara
en la ciudad del viento.

















sábado, 23 de mayo de 2015

Laura García del Castaño



Laura García del Castaño (Córdoba), El sueño de Sara Singer, Llantodemudo, col. Bonzo, Córdoba, 2014.






Colaboración de Marcelo Dughetti.













Pájaro preso en la iglesia de Lajas



Soy el pájaro preso en los cascos de una iglesia

y vos ese perro intratable

que muerde los neumáticos del auto que lo dejó sin oído

un perro que muestra los dientes

y que luego aúlla cuando me alejo

Tenés las manos electrificadas

porque te habita una tormenta

Viniste guiado por el faro de Pont

Viniste del planeta incógnito

Eres la pieza inconseguible, la reliquia

la Nefertiti de hueso, la porcelana de Hong Kong

la araña extranjera que no pica

un niño enamorado y cruel, enloquecido y solo

Sí, estoy revoloteando en los cascos de una iglesia

Entrando en la trompeta de su ángel negro

Por ver si hay un nido

















Al sur de China



Liu Xiufeng volvió a casa y tuvo hambre

Como un perro que hace un círculo

en el lugar que no va a echarse

deambuló por fuera de un pozo sin caer

Para Liu Xiufeng todo es tristeza

y no por haber vuelto

ni siquiera por haber visto

simplemente porque ya no habrá misterio.

















En Hungría



En una tarde borrosa

un final de fútbol

dos hombres se han sentado en un bar

reparten la bebida

negocian su nuevo campeón

Al fondo el mozo limpia una copa

Frota hasta lograr el brillo

de lo que no se ha usado

Contra una pared estamos nosotros

la mesa es para cuatro pero así hemos querido nuestro juego

un territorio neutro

lejos del cuadrado

esperanzado y estrecho

En el momento del gol

uno de los dos intenta el acierto:

una palabra que nos borre cual marca en una copa

una palabra que nos deje limpios

casi sin usar

a la espera de un vino finalmente dulce.




















viernes, 15 de mayo de 2015

Patricio Torne



Patricio Torne (Santa Fe/San Luis), Materialismo dialéctico, Deacá, Villa Mercedes, 2013.

Colaboración de Nancy Toselli.





















Un paraguas pasa dando vueltas frente a tus narices y el primer impulso es 
provinciano –criollo chauvinista, diría Macedonio, estirar tu brazo, sujetarlo y 
devolverlo a quien, se supone, corre detrás de él empapado en la llovizna. Pero 
te detienes a tiempo. Das en la tecla: ¿a quién le importa la pérdida de un 
paraguas en el primer mundo?


Con Notre Dame sobre tus hombros, hay que cambiar de estilo para no mostrar 
la hilacha. 















A la buena de Dios quedó mi corazón cuando nos despedimos. Esto no es más 
que una manera de decir, porque en esa despedida Dios me estaba
abandonando. 


A la ausencia de Dios, mi corazón.
Ya nada más que celebrar.
Nuestro último oficio. Ni un beso tuvo que venga a sostenerlo en el dolor de la 
memoria.
A la buena de Dios, diría mi madre.
A la ausencia de Dios, mi corazón.















A la luna la bajamos a garrotazos. No debimos haber gritado tanto (las bestias 
tienen el sueño sutilmente liviano). 


El disco cayó a las aguas, con la maldición a cuestas. Un chasquido musical 
devoraba su luz ante nosotros. Rostro al fango, la luna de verano. 


Algo de idiotez en la inocencia nuestra debe haber habido. 


Desnudos, fuimos a rescatar del fondo aquel trofeo nocturno. 


Nadar y zambullirse. Nadar. Nadar. 


Una vaca, en la defensa, era arriada por alguien que más tarde sería tía 
política. Los ojos de ese animal, inmensamente serenos y aburridos, también 
maldecían la escena –Maxi profetizó la venganza de aquellos ojos.
La mujer, sin embargo, se contentaba con la anécdota que su ignorancia 
vulgarizaría en los relatos. 


Mucho tiempo llevó comprender que la venganza sería tan sincera como brutal. 
Al golpe lo asestó en el justo lugar donde en uno moriríamos todos. 




















jueves, 14 de mayo de 2015

Flor Codagnone




Flor Codagnone (CABA), Celo, Pánico el Pánico, Buenos Aires, 2014.
























Voy a romperme
como las flores, 
a romperme, 
y vendrá el tiempo, 
vendrán los ojos. 
No hay nada más 
tristemente mío 
que mi tristeza 
ni nada más deseado 
que mis deseos 
ni nada más callado 
que lo que digo. 









Temo a mi boca, 
violentamente temo 
a la idea de mi boca, 
a la curvas bajo el vestido, 
a la idea de tus manos 
o a la mirada bajo el vestido, 
a las cosas que puedo 
si me dejo. Violentamente 
temo a mi boca, al sentido, 
a mis partes, a ser sola, 
a la idea de la idea de la idea 
cuando me desvisto.











No vas a entender nunca mis lugares, 
ni que los apropie y los quiera y los extrañe.

No sabés de mis calles ni de mis cortadas 
ni de lo que sigue girando 
en la calesita de la infancia.

No vas a entender esta tristeza 
que es mía y que duele un cuerpo 
recortado grave vacío conectado cosido.

Ni mis usos del lenguaje, ni mis deseos, 
ni las pocas cosas de mí en las que creo.

Hay santas herejías de las que adolezco.











miércoles, 13 de mayo de 2015

Ramón Minieri




Ramón Minieri (provincia de Buenos Aires/Río Negro), El lenguaje de las aves, Del Valle Bajo, Viedma, 2014.

Colaboración de Raúl Artola.





















invención del canario
 




fue la primera
máquina de cantar 


como los hombres no lograban
domesticar a la calandria 


entonces
inventaron el canario 








ahora
solo sabe cantar 


se le olvidaron
todas las artes del monte 


cómo esconderse
cómo encontrar comida
ni pareja 


moriría
en su primera noche al aire libremente 


sin embargo
vuelve
a cantar 


vuelve a intentar
la huida 








la calandria y el fuego 






lámpara
la calandria 


su mandato de luz le da derecho
a las savias
del año los alcoholes 
las resinas 


como los tributos que los barcos traían
a los muelles del Rey Sabio
para que los quemara ante su Dios
hecho de palabras 


todos los arropes
todos
los ámbares del tiempo
todos
los nombres 


han merecido
arder
en el instante 







en algo se parecen
la calandria
y el fuego 


los dos
como florecen
allí muerden 


el fuego
la calandria 


los dos
donde devoran
luego siembran













 

martes, 12 de mayo de 2015

Nancy Toselli




Nancy Toselli (Córdoba/San Luis), Nostalgia es una palabra, Editorial Deacá, Villa Mercedes, 2014.


















Vuelan hacia el Norte las garzas

huyendo del frío.

Son flechas lanzadas hacia las nubes,

mensaje cifrado sobre una página azul,

para ser develado por un profeta

que anuncia los hechos escondidos

en la eterna espiral del futuro.

Me detengo y te miro.

Es como si no te hubiese conocido nunca,

como si nunca

hubiesen estado juntas

tu sombra y la mía.

 

 

 

 

 

 

Sobre el cielo de la mañana
bandadas escriben historias
jeroglíficos que encierran
el milagro de la palabra.
¿Son ciertos los pájaros
que dicen esas palabras?
¿Es cierto ese cielo
o es el resplandor del agua?
Solo silencio,
murmullo de hojas.
El viento, también calla.